«Veo menos que Pepe leches».

Llevo una época preocupado. Sigue pasando el tiempo y sigo sin verlo, dicen que existen pero yo por ahora nunca he visto un billete de 500. Estoy inquieto, – ¿Será que no veo bien?–

Al oftalmólogo fui y le explique mi caso, aunque ya me advirtió que entonces habría muchísima gente con problemas de vista. Pero ya puestos, le dije que me observara.

Nada mas sentarme, me hizo ponerme unas gafas raras de cristales y quería que leyera unas letras que se reflejan en la pared

– ¿Ves las letras de esta fila?-

– ¿Letras? ¿filas?- le pregunte.

Me comenzó a poner cristales a granel. y por mucho que me preguntaba, seguía sin ver. Cuando mis gafas no podían pesar más por tanto cristal, por fin las divise.

«¿Para donde van los palitos de las E?» me preguntó.

Yo contestaba -«Para la izquierda, para la derecha, para el centro» – Y si hubiera tenido una cerveza bien fría en la mesa, le hubiera dicho a gusto: «Y esta, para dentro».

Después de  hacerme más pruebas, me diagnosticaron Retinitis pigmentaría.

Me dijeron que la luz se iba a ir apagando poco a poco, que poco a poco iría perdiendo la visión y que terminaría viendo en negro.

– Pero doctora, y si tengo ositos ¿como los voy a ver? ¿y los billetes de 500 que tengo intriga? –

Para la encantadora oftalmóloga era su último día y yo su último paciente, pero me dijo que ella nunca se jubilaría para mi. Supe que la podía encontrar cuando la necesitara. Eso sin duda, me confortó.

No digo que no hubo momentos duros, hubo lagrimas también y seguro que habrá una «jartá» más . Así que con ellas, que se prepare el Manzanares, porque pretendo hacerlo desbordar.

Osea, ¿qué voy a terminar viendo todo en negro? pensé más tranquilo en casa. Después de analizarlo, desde hace tiempo tome la decisión de ironizar con ello y tomármelo con humor.

Dicen que el que ve todo en negro es pesimista, y esa actitud no voy a dejar que se apodere de mi. Y si, si hay días negros, haremos que sean días afortunados.

«El negro es el color de lo sucio y de lo malo», que os voy a decir a esto, siguiendo con la ironía y sin mucha maldad, «ME MOLA». ¿A quién no le gusta a veces lo prohibido? Eso si, espero no caer o me pongáis en una lista negra.

Después de ese día, a veces cierro los ojos, me pongo el  antifaz y comienzo a caminar.

De tantos golpes, salió un espontaneo que me grito:

«Ves menos que Pepe leches.»

Me he apoderado de esa expresión: Para el que no lo sepa, y muy resumido, dicha expresión hace referencia a las leches(golpes) que un hombre se daba a causa de su escasa vista.

Estaré encantado de darme todas las leches del mundo porque será un placer levantarme cada vez que me caiga.  Ahora confió más en las personas, me preocupo de ver en su interior y de apreciar lo bueno que pueden aportar.

 «Porque la vista el tiempo se me la llevará, pero eso jamas, ni el tiempo ni nadie, me lo podrán arrebatar».

Y como confío, si ustedes ven billetes de 500 y me los quieren enseñar y ya puestos, alguno regalar. Siempre estaré a vuestra disposición. He abierto una cuenta en Decathlon de compras de rodilleras, cascos y coderas para prepararme para la cantidad de leches que me voy a dar.

 

Si tienen curiosidad en saber mis síntomas…

Después de una instructiva clase, me dirijo al mercado.
Ese cambio de luz del exterior al interior produce el habitual cambio de gafas, de sol a las especiales.
Ya dentro, se perciben los gritos y murmullos típicos de una mañana de mercado.

Al momento se escucha:

– ¡Visión borrosa, estamos que lo regalamos! ¿Alguien quiere?

Allí voy yo.

Después de conseguir un buen descuento reanudo mi paso.

Al momento otro grito:

– ¡Tenemos pérdida de visión central!

Mi cuerpo gira 180 % al escuchar tal fascinantes palabras.

Allí voy yo.

Tras la compra intento hacerme paso en la multitud.

-¡Visión túnel fresquita señores! –
Levanto la mano rápidamente como si en el colegio estuviera.
– ¡Quiero, quiero! –

Allí me tienen, en medio de la multitud con la mano hacia arriba buscando donde ir.

Al momento vuelvo a oír el grito y distingo la voz.
Allí voy yo, al puesto de mi amigo Juan.
Siguiendo mi mañana cada vez más cargado, me paro en otro puesto, mi cuerpo relajado observa y se mantiene a la espera al lado de un señor.
-¡Tenemos deslumbramiento con molestias ante excesiva luminosidad! –

El señor y yo afirmamos querer deslumbramientos.

El señor de al lado al comprobar que no quedaba mucho, me mira y me dice:

– Yo venía por ceguera nocturna, se lo cedo. –

Que gentiliza, ya no quedan personas así.

Nos enzarzamos en una amable discusión queriéndonos ceder la compra.

Al final, allí estoy yo, pidiendo un cuarto de deslumbramientos.

Parece que ya he terminado por hoy.

Salgo del mercado, sin antes haberme tropezado con la barandilla de las escaleras y con varias personas.

Miro al cielo.

Saco del estuche mis gafas, me las pongo y sonrío.

Hasta la semana que viene.

 

 

 Juguete Roto.